Temple con pinturas naturales y especias sobre algodón 150×150 cm
(Obra realizada especialmente para este espacio)
Cuando era niño, solía recorrer las calles de Alcoy observando el humo que salía de las chimeneas. El paisaje, a menudo, se difuminaba entre brumas que llenaban el ambiente de aromas de borra y de hilo.
Los sonidos rítmicos de los telares y urdidores tejían una melodía peculiar que, con la caída del día, emergía con más fuerza gracias al silencio que reinaba en la ciudad dormida.
Jugábamos a correr de un puente a otro para descubrir de qué color bajaban ese día el Riquer o el Molinar. Nos maravillaba ver, desde el puente de San Jorge, la fusión de los colores en las aguas: un día, azul y amarillo se convertían en verde; otro, rojo y amarillo daban paso al naranja.
Sin saberlo, aquellas aguas coloreadas eran también un reflejo de la contaminación generada por la industria textil, una degradación ambiental que entonces nos era invisible.
Aquella fue, quizá, mi primera lección de pintura: la magia de las mezclas, el descubrimiento de los colores primarios y secundarios que teñían la ciudad como un lienzo vivo.
Con esta obra quiero rendir homenaje al paisaje industrial que siempre me ha rodeado. Pero, al mismo tiempo, propongo una mirada respetuosa con nuestro entorno: un urdidor de colores e ideas elaborado con tierras y pigmentos naturales más sostenibles, más conscientes.
Ximo Canet Sanz